miércoles, 15 de marzo de 2023

Semana agitada

Y al final, ¿qué queda de toda esa barahúnda de actos y manifestaciones que vivimos esta semana del 8 de marzo?. Pues nada. Una confusión de ideas, un barullo de definiciones, una riada de rencores aflorados artificialmente y, para una gran mayoría, la sensación de que se trata de buscar cinco pies al gato en algo que siempre hemos tenido por claro y sencillo, tal como son las cosas que nos da la naturaleza. Esas señoras feministas que han llegado al poder y que tratan de modelar a su gusto nuestras opiniones y de dictar nuestro modo de actuar según su criterio, incluso en los aspectos más reservados de nuestra vida, parecen estar seguras de ser el ejército de salvación que viene a abrirnos los ojos sobre algo que nunca entendimos muy bien. Hablan con el tono de no admitir réplica y con la seguridad impostada que da el poder, pero al mismo tiempo con la suficiencia del ignorante y la condescendencia de quien destapa ante el pobre lego el tarro de su sabiduría. En su inmensa prepotencia ni siquiera se dan cuenta de los disparates que sueltan ni de las sonrisas de conmiseración que levantan.
No saben bien estas preclaras musas el daño que están haciendo al auténtico movimiento feminista y al mundo de la mujer en general. Con sus leyes han puesto en la calle a un buen número de violadores y pederastas, y con sus ideas adanistas han creado una confusión de conceptos que hace difícil situar cada uno en un lugar comprensible. Hasta 37 géneros sexuales y 10 orientaciones específicas han encontrado entre nosotros, según el documento que han mandado a la Policía para que todos sean tratados correctamente; la verdad es que la lista podría pasar por un poema dadaísta escrito en una noche de absenta. Además, han dividido al movimiento feminista minusvalorando a las verdaderas luchadoras por la causa de la mujer, esas que llevan años en el empeño de conseguir derechos para ella sin aspavientos histriónicos y con las ideas bien delimitadas, sin confusión en cuanto a género y sexo; han creado un espectáculo difícil de poder ser tomado en serio y, lo peor, han puesto a la mujer en un injusto lugar ante las dudas de que el puesto que ocupa lo haya conseguido por la ley de la paridad y no por su valía.
¿Qué es una mujer? le preguntaron a una de las ministras después de que ésta hubiese soltado una de sus ininteligibles peroratas. La ministra frunció el ceño y contestó algo que no tenía nada que ver. Miles de años de civilización y de convivencia de ambos sexos en este planeta y la ministra de Igualdad no sabe qué es una mujer.

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