En el inquieto vaivén de la actualidad, en el que apenas alguna
noticia logra aposentarse más allá de la mañana siguiente, el espectador
preocupado por su tiempo tiene donde elegir oportunidades para asombrarse,
cabrearse, preocuparse, sonreír con misericordia y alguna que otra para
alegrarse. No es que vivamos un tiempo especialmente singular en cuanto a
aportación a la gran Historia, ni que ofrezca unos rasgos que le vayan a
destacar en las crónicas del futuro, pero presenta la propiedad de poder ser
abarcado de forma global y simultánea, y eso da a cualquier pequeño caso una
dimensión universal que no tiene, por mucho que aletee la mariposa. Lo que se
ve en directo provoca sentimientos de
cercanía que distorsionan su verdadera importancia y alteran momentáneamente
nuestra percepción, aunque luego se diluyen enseguida hasta llegar casi siempre
al olvido. Vivimos entre realidades cambiantes, de importancia siempre
relativa, y cuya trascendencia aún no podemos establecer. Lo hará el tiempo.
Lo cierto es que estos primeros días del año no presentan una excesiva
agitación informativa, como si lo noticioso se hubiera tomado un reposo después
de una temporada de intenso trabajo en la producción de titulares. Apagado por
fin el volcán, dormida o disimulada de momento la crisis migratoria en la
frontera polaca, con la epidemia calmada en cuanto a letalidad, aunque no en el
número de contagios, y sin grandes convulsiones políticas más allá de las
habituales escaramuzas, las noticias que configuran la actualidad de estos días
andan escasas de relevancia, más cerca de la anécdota que de la categoría
trascendente. La mayoría de titulares
fueron ocupados por el caso de un tenista al que Australia prohibió la entrada
por negarse a cumplir la norma que obliga a vacunarse para entrar en el país. El
tal Djokovic, arrogante y soberbio, quizá mal aconsejado, fue excluido del
torneo y expulsado del país, y muchos aplaudieron la demostración de que ante
la ley, y más si afecta a la salud, no cuenta nada el lugar que se ocupe en
ninguna escala. Por aquí aún colea la marejada levantada por un ministro
metepatas que cada vez que habla es para dar la razón al que dijo aquello de
que vale más estar callado y parecer tonto que abrir la boca y confirmarlo. Eso
y el habitual cortejo de noticias negativas diarias: el precio sin control de
la luz, nueva subida de impuestos, repunte alarmante de la inflación y la cesta
de la compra en la cuesta arriba de todos los eneros. O sea, noticias
familiares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario