miércoles, 13 de octubre de 2021

Claro que hay mucho que celebrar

Andan algunos mandamases americanos alterados con la idea de nos disculpemos por haberles dado lo necesario para que se convirtieran en lo que hoy son.  Ahí está, por ejemplo el mejicano, un tipo que se apellida López. El hombre cada noche oye en sueños a José Alfredo Jiménez cantándole: eres el hijo del pueblo, descendiente de Cuauhtémoc, mejicano por fortuna, y nada más amanecer vuelve a exigirnos de que le pidamos perdón por haber sacado a sus antepasados de la edad de piedra y enseñarles, por ejemplo que no se debe practicar el canibalismo. Este año, al coro de coro de voces clamantes y maldicientes contra la fecha y lo que ella significa se ha unido la de Biden, pero ya sabemos que los norteamericanos tienen como rasgos de carácter la hipocresía, herencia inglesa, y la ignorancia. Precisamente ellos, que acabaron prácticamente con sus indígenas en pocos años. Lo de "no hay indio bueno si no es indio muerto" no fue ciertamente una frase española. Por supuesto que la opinión es libre, pero una sociedad bien estructurada en sus fundamentos y culturalmente avanzada, necesita que las opiniones que la vitalizan estén sustentadas sobre bases derivadas de análisis racionales, sin posiciones apriorísticas ni prejuicios desvirtuadores, y no sobre un socorrido conjunto de frases hechas que se repiten como una consigna, sin más valor que el de su propio sonido. Y no digamos si el supremo argumento consiste en el derribo de estatuas y monumentos.

Cansa ya tratar de meter en mentes sectarias y fanáticas el marco de los hechos. El fin de la Edad Media y la llegada de los nuevos aires renacentistas coinciden en España con el cierre de la larga lucha contra los invasores que la habían ocupado ocho siglos antes. A la solución de este secular problema se une el impulso del nuevo espíritu de la época, su afán de conocimiento, la idea de que el hombre es la medida de todas las cosas y la mejora de los instrumentos y técnicas de navegación. Y así es posible la aventura atlántica.
La consecuencia de aquel viaje es una tremenda sacudida a la Historia. Un continente completo se incorpora de pronto a la civilización occidental; las raíces de la visión griega del hombre y las premisas humanistas del Renacimiento se imponen en la mitad de la tierra; la lengua española se convierte no sólo en la más extendida del mundo, sino en lazo de unión entre pueblos que sólo unos años antes vivían totalmente aislados entre sí. España lo hizo como supo, con la visión propia de la época y -caso único en la Historia- con un espíritu autocrítico constante, del que tanto se han aprovechado sus enemigos. España es la única potencia colonizadora que se cuestiona desde el principio la licitud de sus conquistas, algo que en Inglaterra, por ejemplo, sería impensable. Un dato: en 1550 Carlos I ordena cesar toda conquista hasta que un Consejo especial dictamine si es lícita o no.
Y, a posteriori, un dato más: el tiempo que va desde el final de la Conquista hasta la independencia, tres siglos más tarde, es el período de paz más largo de la Historia de América. Y en otro nivel, España, tras un primer momento traumático por las enfermedades y las acciones guerreras, no tuvo escrúpulo racial alguno ni inconveniente en producir ese mestizaje que resulta casi único en el balance de las colonizaciones europeas. Otros no pueden decir lo mismo. 


No hay comentarios: