miércoles, 15 de septiembre de 2021

La nueva banca

Tiene uno la impresión, más bien la certeza, de que los bancos se mueven siempre dos pasos por delante de los demás negocios en lo que se refiere a tomar posiciones para sacar provecho de la circunstancias de cualquier momento. Y también varios pasos por delante en la lista de antipatía entre los ciudadanos, aunque esto sea en dura competencia con otros sectores de servicios. Estamos indefensos ante sus imposiciones y aun más ante la subida continua de gastos y comisiones por sus servicios, que abarcan media página de términos de un diccionario: de apertura, de mantenimiento, de cancelación, de cambio, de transferencia, de cobro, de pago y de cualquier cosa que hagan. Eso sí, en general suelen ser más altas cuanto más bajos son los saldos de las cuentas, o sea, con los más débiles económicamente. Ahora, además, han convertido a sus clientes en mano de obra gratuita. Le dan a uno unos cuantos códigos, le cargan una aplicación informática, le recitan las ventajas que va a tener con la nueva operativa y a hacer en su casa lo que sus empleados le habían hecho siempre.

Un banco es ese negocio que todos quisiéramos tener, yo creo que incluso Brecht, que escribió aquello de que hay algo más grave que atracar un banco, y es fundarlo. En definitiva consiste en cobrarnos por prestarle nuestro dinero y en prestarlo él a su vez a otro y cobrarle aún más. Si le parecen pequeños los beneficios, recurre a cobrar más a sus clientes por cualquier pretexto, y, cuando está en apuros, al dinero de los contribuyentes para sanearse. Es decir, a los mismos. Bien es verdad que a veces socializan sus ganancias en forma de intervenciones culturales, lo que no está nada mal, aunque es de suponer que algo ganarán a cambio. Voltaire escribió una frase malévola que se hizo famosa: si alguna vez ves saltar a un banquero por una ventana, salta detrás; seguro que hay algo que ganar. Puede que en algunos casos su nombre pueda relacionarse con la cultura, pero hay otros términos mucho más asociados, como beneficio, ganancia, lucro, y otros más tradicionales: codicia, usura, especulación.

Y además, nos han ido dejando cada vez con menos opciones donde elegir. Qué tiempos aquellos en que había docenas de bancos de todos los tamaños, locales, regionales y nacionales, cada uno con su estilo y su propio concepto de cercanía al cliente. Ahora tres o cuatro tiburones se han ido comiendo a todos los pececillos y se han convertido en verdaderos tiranos de un mar en el que todos nos vemos obligados a nadar. Estamos en sus manos, indefensos, oyendo a los banqueros predicar soluciones para salir de la crisis y pensando que no vamos a reírnos nunca más de la abuela que guardaba sus cuartos en el calcetín.

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