miércoles, 5 de mayo de 2021

La manifestación del trabajo

Este primero de mayo, a pesar de la pandemia, ha sido uno de los más honrados por los miembros del Gobierno. Hasta siete ministros salieron a la calle a reivindicar lo que está únicamente en su mano hacer. Es curioso el espectáculo de un Gobierno manifestándose contra sí mismo. Se pedía derogar la reforma laboral, poner en marcha la agencia social pendiente, acabar con la dualidad del mercado de trabajo y un montón de cosas parecidas. Pues se lo podían decir a las ministras que tenían a su lado, sin tanto aspaviento. A no ser que se trate de brindarnos la ocasión de ver un nuevo modo de ejercer la política: los miembros del Gobierno en una manifestación contra la oposición, que no gobierna. Esa era la cuestión. Por mucho Día del Trabajo que se celebrara, los intereses de los trabajadores parecían contar muy poco. Se trataba de hacer campaña contra el gobierno de una comunidad autónoma, que estaba en elecciones.

Estas manifestaciones a fecha fija por fuerza han de tener un componente artificioso, como todo lo que se encorseta en un momento concreto del que no pueden salir. Lo que debería ser una llamada de aviso al Gobierno para que preste atención a la reivindicación ciudadana del día que se celebra, suele convertirse en un batiburrillo en el que lo mismo se agitan las banderas feministas que las animalistas, las ecologistas o las que reclaman cambiar el reglamento de la petanca. En esta del trabajo, naturalmente intervino el dúo sindical, bien acompañado por las ministras. Repitieron sus consignas habituales, dijeron unas cuantas cosas que suscitaron el interés de media docena, fuéronse y no hubo nada.

El viento que agitó la renovación política y que obligó a tantas redefiniciones y a tantos análisis internos, y ante el que muchos sólidos estamentos doctrinales hubieron de iniciar un proceso de reorientación y hasta de redenominación, parece haberse olvidado del mundo sindical en su afán renovador. Sin apenas influencia, sobrepasados por el veloz ritmo de las concepciones económicas emergentes, con un escaso índice de afiliaciones, y en consecuencia  de cotizaciones, aferrados a los presupuestos públicos, los sindicatos siguen con su lenguaje arcaico y sus tendencias sectarias, manejando sobados conceptos sacados de los viejos manuales. La manifestación del sábado hará por el trabajo y la creación de empleo lo mismo que las anteriores. El parado seguirá con la angustia de ver cómo su familia puede sobrevivir cada mes, sumido en la desesperanza, y con la amarga sensación de que nadie de los que estaban allí se acuerda ya ni de lo que reivindicaba.

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