miércoles, 20 de enero de 2021

Tormenta perfecta

 La palabra de este año está siendo Filomena. O sea, ruiseñor en el lenguaje poético, quién lo diría viendo la que armó. Este enero de 2021 está siendo algo así como el punto de reunión de malasombras empeñados en amargarnos la vida. Se han alineado en perfecto orden los negros astros que giran por el universo de las tinieblas y han concentrado en nosotros toda su atención. Durante toda esta semana Filomena nos ha estado llevando por la calle de la amargura, haciendo la vida imposible en la mayor parte del país. Ha venido a machacar aún más nuestra economía y de paso a generar, como siempre, las habituales discusiones políticas sobre la responsabilidad de su gestión. Como un arrebato airado de la naturaleza, ha provocado un caos que ha puesto patas arriba todo nuestro sistema de organización social: ha dejado aislados a miles de personas en sus pueblos, ha cerrado vías de tren, autopistas y aeropuertos, ha impedido los desplazamientos urbanos, ha convertido nuestras calles en cepos para nuestros coches, ha destrozado olivares y cultivos de invierno, ha provocado terribles aludes mortales y ha llevado el peligro a la misma puerta de las casas. Ya tenemos el primero.

El virus sigue ahí, tan escurridizo y cambiante que no acertamos a encontrar su punto débil. Nos ha llegado una firme esperanza en forma de vacuna, pero tampoco estamos atinando a la hora de administrarla y, mientras tanto, los contagios se disparan, los hospitales se llenan, los sanitarios se agotan y los muertos aumentan. También viene del misterioso seno de la naturaleza, de alguna disfunción que no podemos conocer, o como una oscura venganza por nuestro comportamiento, que dirían los fanáticos de la teoría Gaia. Lleva con nosotros un año, pero ahora se convierte en el segundo elemento de esta malhadada conjunción.

Y el tercero: un Gobierno débil y desbordado, rehén de unos indeseables socios y obligado a pagar un precio continuo a quienes le auparon al poder. Tiene ante sí la situación más complicada que ha vivido nuestro país desde hace muchos años y se entretiene creando problemas donde no los hay y presentando leyes polémicas sobre temas que no tienen apenas demanda social. Esta vez la naturaleza no tiene nada que ver; es cosa nuestra. Si acaso, de la naturaleza del ser humano, que tiende casi siempre a equivocarse.

El caso es que en este enero todo parece haberse conjurado para que lo recordemos bien. Ojalá pase a nuestra memoria como el punto de inflexión entre un tiempo de miedo y errores y otro marcado por un impulso renovado que genere nuevas ideas y liderazgos más lúcidos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran reflexión. Mi enhorabuena. Le sigo con interés