viernes, 14 de noviembre de 2008

Lo que tenemos que aprender

A nuestro sol le quedan unos cinco mil millones de años de vida, semana más o menos, así que habrá que darse prisa para hacer algunas cosas antes de que la eterna sombra caiga sobre la Tierra. Hay una larga lista. Por ejemplo, hay que seguir acabando a buen ritmo con las fuentes de vida del planeta, con los bosques amazónicos y africanos, los mares, los ríos y la atmósfera, más que nada para ir anticipando el momento y que luego resulte menos doloroso acabar con un planeta ya muerto que con uno lleno de vida.
Habrá que apresurarse también a seguir acumulando pruebas que dejen constancia ante posibles colegas de otros sistemas planetarios, de que la especie principal que habitó esta esfera orbital del sol tuvo como rara característica la de poseer un cerebro totalmente desproporcionado con relación a su organismo; un lujo inútil, puesto que apenas pudo sacarle una mínima parte de sus posibilidades. Y de que su desarrollo científico no recorrió el mismo camino que el moral, ni llegó a poseer jamás conciencia colectiva ante el dolor y el sufrimiento que causó continuamente, sin cesar ni un solo día, a lo largo de toda su estancia en el planeta.
Hay que pensar también en apurarse para acabar de eliminar en nuestros jóvenes el valor de los viejos ideales, familia, amistad, fidelidad, honor, trabajo, respeto, y sustituirlos por otros de mucho más alcance y capaces de hacer feliz, no a uno, sino a todo el conjunto de la humanidad: hermandad universal, antiglobalización, relativismo en los afectos, acracia. Al paso que se lleva y con el ahínco que se intenta, ese nuevo orden moral y esa transformación de las relaciones familiares y sociales que nos han servido hasta ahora no tardarán en hacernos llegar sus benéficos efectos.
A nuestra casa le quedan unos cinco mil millones de años de vida, pero el hombre lleva viviendo en ella tan sólo millón y medio, así que también cabe tener la esperanza de que, en vez de apresurarse con lo que está haciendo, aprenda a reflexionar y a sacar conclusiones de la breve historia que aún tiene. Largo plazo de fianza. Puede que los efectos, si aprendemos pronto, ya los disfruten los que vivan aquí en el año cien millones, que, por cierto, será bisiesto. A nosotros nos toca seguir preguntándonos por nuestra condición de seres desorientados, ilógicos, insatisfechos, y autodestructivos. Lo malo es que tampoco sabemos la respuesta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es cierto que eso puede ocurrir, y será terriblemente triste, pero mientras tanto quizás tomar un vino con un amigo, disfrutando de un diálogo sereno, o disfrutar de la sonrisa de un ser humano, o ayudar en silencio a alguien puede transportarnos al instante eterno que justifique una existencia. En todo caso, también quiero creer que otro mundo es posible.