sábado, 1 de noviembre de 2008

El lenguaje sexista

Vamos a ver si de una vez somos capaces de hablar correctamente, sin lenguaje sexista, tal como nos enseñan a diario los políticos y políticas más progresistas. No es fácil, porque todos los niños y niñas de nuestra generación, y en general todos los españoles y españolas, hemos sido educados por nuestros maestros y maestras en la idea de un género único que englobaba al otro. Es de esperar que los profesores y profesoras de ahora enseñen a sus alumnos y alumnas a eliminar esas expresiones gravemente discriminatorias, para que cuando ellos y ellas se conviertan a su vez en educadores y educadoras puedan hacerlo a su vez con total convicción. Es una clamorosa demanda social, algo que los ciudadanos y ciudadanas exigen cada vez con más fuerza, desde los médicos y las médicas hasta los conductores y conductoras, y desde los fontaneros y fontaneras hasta los buceadores y buceadoras. La única que de momento no lo demanda debe de ser la Iglesia, quizá porque apenas lo necesita para sus cargos, pero puede que en los ratos que le dejen libre la preparación de sus pastorales sobre la justicia de la causa de los violentos y las violentas se decidan a modificar algunos textos y hablen ya de la comunión de los santos y las santas, de la resurrección de los muertos y muertas y del perdón de los pecadores y pecadoras. Cuánto lo agradecerían entonces todos los cristianos y todas las cristianas.
Es cierto que el mundo está lleno de problemas muy graves, que hay multitud de hambrientos y hambrientas, de necesitados y necesitadas, de hombres y mujeres víctimas de la guerra y la miseria, pero no me negarán que resulta absolutamente necesario dedicar tiempo y esfuerzo a fijar en la mente de todos nosotros y nosotras esta idea. No en vano se espera de nuestra condición de civilizados y civilizadas que sigamos en vanguardia de la igualdad y la no discriminación. Que los viajeros y viajeras que nos visiten se encuentren aquí con un claro afán de ser justos y justas con nuestras palabras. Seamos correctos y correctas políticamente para poder aspirar a que nos llamen progresistas.
Por mi modesta parte ya ven que estoy haciendo lo posible para llevar a mis lectores y lectoras, y a todos los desinteresados y desinteresadas que pueda, esta necesidad apremiante para el equilibrio psíquico general. Y si todos los autores y autoras siguieran este ejemplo, ya nadie se sentiría ofendido ni ofendida y la sociedad habría dado un gran salto hacia la felicidad. Claro que puede que vengan algunos y algunas lingüistas a decirnos que existe un género llamado de sentido, que incluye a los dos sin necesidad de especificar el segundo, pero qué saben ellos y ellas. No se dan cuenta de que con eso se causa profundos traumas y hace que muchos y muchas vivan con la angustiosa sensación de sentirse discriminados y discriminadas. No les hagamos caso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este post, aunque menos literario que de costumbre, me ha parecido muy divertido. enhorabuena