miércoles, 21 de diciembre de 2022

Tiempo de paz

De paz y felicidad, al menos en los saludos y los deseos. Qué bien nos suenan esas expresiones tan propias de estas fechas. Estamos necesitados de palabras amables que nos laven la costra de desencanto que nos deja cada día la realidad en que vivimos y que muchos se empeñan en hacer aún más amarga. Que se callen de una vez los que insultan y ofenden desde las tribunas donde los hemos puesto con nuestros votos, que se avergüencen al oírse a sí mismos, que hagan una pausa al menos en estos días en que todos parece que sentimos más cercanos los deseos de paz.
Paz ante todo con nosotros mismos, en nuestro propio interior, que es la que  descansa en esa cámara sagrada que todos custodiamos dentro y cuya inviolabilidad es nuestra posesión más preciada. Frente a la paz exterior, que no está en nuestra mano ni jamás ha aparecido por la tierra desde que los humanos están en ella, la paz interior es la que habita en nuestro refugio mas privado y es la única que cada uno de nosotros puede gozar sin la inquietud de que alguien pueda nada contra ella. Y uno cree que es el mejor deseo que se puede ofrecer al prójimo.
Paz consigo mismo a los políticos enfermos de la pasión del poder que, con tal de satisfacer sus ambiciones personales, no vacilan en poner en riesgo realidades sociales sólidamente asentadas que constituyen lo más querido y sagrado de cualquier persona. A los que tratan de servirse de caminos torticeros para seguir en su sillón, a los de la crispación continua y a los que acallan su conciencia para que no moleste. Días de paz a sus inquietas mentes y a sus agitadas aspiraciones.
Paz a los que sufren sin haber hecho nada por merecerlo y a los que sufren para que no sufran los demás; a los que han renunciado a vivir estos días en familia porque han querido llevar algún remedio y alivio allí donde la enfermedad envuelve en sufrimiento y desesperanza, y a quienes han partido a zonas de peligro y tratan de poner lo mejor de su parte para aportar un poco de orden y seguridad en aquel infierno.
Paz esperanzada a los sempiternos pesimistas que jamás pueden ver algo bueno en nuestras cosas; a los que, de buena o mala fe, creen que los males se arrancan con otros males; a los que se desesperan por cosas sin importancia, que son casi todas, y a  quienes sólo aspiran a vivir una vida sencilla con los suyos y con las pequeñas ilusiones y decepciones de cada día. Y a ti, que has querido leerme.

1 comentario:

federico esteban monasterio dijo...

Y a ti por escribir tan bien.