La actualidad viene a ser una mezcla de noticias sin más puntos de
unión entre sí que su simultaneidad. Tristes, alegres, curiosas o indiferentes,
pero casi siempre las que más nos afectan porque son las más cercanas y las que
más influyen en nuestra vida diaria. Las que estos días encuentra uno al abrir
un periódico o en los titulares de cualquier informativo tienen en su mayoría
el sonsonete de lo acostumbrado, como si el mismo guion se repitiese sin
cansarse: la imparable subida de precios, la penosa lucha del Gobierno por
mantenerse en el poder a cambio de lo que sea, las ocurrencias de algunas
ministras, el permanente chantaje de los nacionalistas, el miedo al covid que
aún nos amenaza con una nueva ola y, como triste novedad, la guerra en Ucrania
y los desastres que está produciendo. Todas nos tocan; de todas nos hacen
partícipes, querámoslo o no, aunque solo sea porque hemos de sufrir sus
consecuencias, y en este mundo, cada vez más convertido en un patio de
vecindad, todas terminan por resultarnos más o menos cercanas. Quizá por eso
pasan casi inadvertidas las que se refieren literalmente a otros mundos que,
pese a ser una absoluta realidad, se nos aparecen más bien como pertenecientes
al terreno de la abstracción.
Un grupo de astrónomos ha confirmado lo que ya se sospechaba: que
en el centro de nuestra galaxia hay un agujero negro. Está a 26.000 años luz de
nosotros y tiene una masa cuatro millones de veces mayor que el sol. Los
científicos dan datos sobre su morfología, lo comparan con el otro agujero
negro que se conoce en otra galaxia, explican que concuerda con la teoría de la
relatividad y establecen conclusiones que habrán de ayudar a los astrofísicos
del futuro a comprender uno de los grandes enigmas del universo. Pero para la
mayoría de nosotros eso es un lenguaje sin apenas significado. Uno prefiere
hacer una lectura más próxima a sus sentimientos y más reconfortante. Ver en
ello un buen pretexto para ser conscientes de la insignificancia de todo lo que
nos rodea, pero también para sentirnos participes de un proceso común que se
inserta en una unicidad absoluta de origen y destino. Porque somos literalmente
materia estelar. Todos los pedazos de materia sólida que existen en el universo
son residuos del largo proceso de formación y extinción de las estrellas hasta
su conversión en agujeros negros. Este ser que vive y ama y se preocupa por el
mañana de cada hoy y ese que está leyendo esto, son polvo de estrellas. Las
instancias a quien poder acudir en busca de aclaraciones están ocultas, pero al
menos tenemos la certeza de saber que existe un punto absoluto y común.
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