miércoles, 2 de marzo de 2022

A sangre y fuego

Qué será que siempre ha de haber alguien que se empeñe en querer ser el amo del mundo, alguien desprovisto de conciencia moral, sin más ley ni argumento que la fuerza de que disponga y con una ambición tan elevada que no le importe el terrible sufrimiento que cause con tal de cumplirla. Es este uno de esos casos de presencia continua en la Historia; puede decirse que cada época ha tenido su candidato a ocupar un puesto en esa lista de aspirantes a dominadores del mundo, y no es necesario dar ejemplos de todos sabidos. Ahora es un tipo de mirada gélida y hechuras paranoides, adicto al botox y al cultivo de sí mismo, Narciso contemplándose de continuo en las aguas de su cuidado remanso. Yo soy Putin, parece decirse incansablemente mirándose a los ojos. Cuentan de él que, por su formación en un ambiente criminal, no conoce más instrumentos que la mentira, la falsedad, la extorsión y el asesinato; desde luego, en su historial político hay un reguero de muertes extrañas, todas de personas relacionadas con él. La invasión de Ucrania viene a ser el colofón, al menos por el momento, de una trayectoria en la que si algo falta es cualquier escrúpulo a la hora de ejecutar sus propósitos.
Las imágenes de los tanques rusos avanzando por los campos y las calles de un país europeo forman parte de esa realidad que para nosotros ya solo vivía en la memoria y que jamás pensábamos que volveríamos a ver. Entrar a sangre y fuego en una nación vecina que estaba en paz y que no les había hecho nada, abusando de su mayor fuerza, humilla más a los invasores que a los invadidos. Aterran las escenas de las muertes en directo, del testimonio angustioso de gentes desesperadas que lo han perdido todo, de las riadas que  desfilan por las carreteras intentando escapar de su propia ciudad, y aterra quizá aún más la incertidumbre de lo que pueda pasar si se tienen cuenta las amenazas apocalípticas que lanza el tirano si no se sale con la suya. Cuánto dolor otra vez, después del holodomor, sobre la tierra de Ucrania, quizá el pueblo de Europa de historia más desdichada.
Quiere uno escribir sobre ello y siente que es una absoluta inutilidad. Todo está dicho ya. La guerra inspira sentimientos que nos llevan a lo más sombrío de nuestro interior: temor, compasión, dolor, y en los casos de que nos afecte de cerca, odio, rabia, venganza, pero todo eso lo sentimos cada uno dentro de nosotros plenamente y cada uno de forma particular, sin necesidad de que nadie nos lo describa. Son las imágenes las que nos hablan por sí mismas.

No hay comentarios: