miércoles, 21 de octubre de 2020

El panorama

Sentado en el sillón de su casa, con la mente limpia de resabios y abierta a cualquier aire, el ciudadano trata de contemplar desde fuera del terreno de juego el panorama que se despliega en el campo. Cuesta conseguir sentirse ajeno al espectáculo porque sabe que solo será ficción; es parte de él y sabe que sin árboles no hay bosque que ver, pero quiere contemplar la situación desde ese tercer estado que se sitúa en la equidistancia y en la libertad de pensamiento. Tiene por cierto que su opinión no cuenta para nadie, y menos aún para el gran sistema; que lo único que tiene a su alcance es depositar su papeleta cuando se lo pidan, y que incluso puede que su voto sea traicionado, porque su partido se alíe con otro totalmente opuesto a sus ideas y den lugar a un poder que ni por asomos habría elegido, pero así todo quiere tratar de entender algo. 

Pues desde esa "zona templada del espíritu", que permite ver por igual todas las esquinas del retablo, el ciudadano percibe un panorama confuso, agitado precisamente por quienes deberían hacer todo lo posible por tenerlo en calma, en el que no parece haber ni estrategia ni hoja de ruta prevista que nos lleve en buena dirección. Palos de ciego, mentiras y proposiciones absurdas que no importan a nadie y que solo parecen tener como objeto distraer nuestra atención de una gestión ineficaz y contradictoria. En medio de una pandemia que nos está matando y hundiendo nuestra economía y nuestra esperanza, el vicepresidente del Gobierno propone cambiar la forma política del Estado, se perpetra una nueva ley de Memoria Democrática y otra más de Educación rebajando la calidad, se crean conflictos con los jueces, se modifica a la baja el delito de sedición, se prepara un asalto fiscal y se priorizan cuestiones minoritarias, creando la idea de que cualquier grupúsculo, por radical que sea, puede conseguir lo que quiera mediante el chantaje de sus votos. En momentos de desolación no hacer mudanza siempre se tuvo por un buen consejo; pues si algo embarga este tiempo es desolación. 

Sí, sabe que su opinión no va a cambiar nada, incluso aunque fuera ampliamente compartida. La voluntad del que manda no se atiene más que a su propia conveniencia, que es la de mantenerse en el poder. No obstante, el ciudadano se pregunta a sí mismo: ¿cómo es posible que los políticos no parezcan darse cuenta de la zozobra que causan en la sociedad con su arrogante sectarismo? ¿Cómo se explica que cada día se las arreglen para crear un nuevo foco de discordia que nos inquieta y angustia? ¿Y cómo es que no ven dónde estamos y hacia dónde vamos?

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