miércoles, 5 de febrero de 2020

Densa actualidad

La actualidad de estos días da para satisfacer de sobra el ansia que consume la opinión pública en cuanto se conecta a las redes. Viene tan cargada que se dobla por el exceso de su propio peso, como si los acontecimientos se hubieran encaprichado de este enero loco y de este febrero que no parece venir mejor. Se juntan en unos días sucesos que habitualmente sólo ocurren muy de tarde en tarde, sin dejarnos perspectiva para asimilarlos; sucesos cuya trascendencia sólo comprenderemos a la larga, sin que ahora seamos conscientes de la importancia de ser sus testigos. Luego, es verdad, el tiempo quizá les dará otro cariz, o puede que algunos se queden para siempre perdidos en los megas de algún almacén de memoria. No todos los hechos que vivimos quedan prendidos a nuestra vida, pero mientras suceden nos afectan siempre de alguna manera.
  Los británicos han consumado su "brexit" y ya están donde estaban antes de su arrebato de amor por Europa, hace casi 50 años. Lo que pareció en un principio un gesto de rebeldía grandilocuente, alimentado por el afán de seguir nutriéndose de las añoranzas del imperio y de satisfacer su carácter de oveja solitaria, terminó demostrando que no era totalmente impostado. No hubo titubeos en los ejecutores; tampoco alegría generalizada, ni tristeza que no estuviera matizada por alguna esperanza, ni más certeza que la de que ser dueño del propio destino lleva consigo la esclavitud de tener que acertar. En estos casos, más que en ningún otro, es donde el único que podrá decirles si han acertado o no será el tiempo.
De China, una vez más, nos llega un virus de esos que surgen nadie sabe de dónde, y que se extiende a sus anchas llevándose vidas, hasta que se consigue preparar la primera y más básica de las medidas de defensa: el aislamiento del foco afectado. El recuerdo de mortandades pasadas por pandemias semejantes siempre trae un eco inquietante, pero por suerte, de todas se ha aprendido. En esto sí que no puede haber discusión sobre el progreso de la humanidad. El terror medieval se ha convertido ahora en una mirada preocupada hacia un enemigo contra el que es posible luchar, y, en el caso de España, en una serena confianza en nuestro sistema sanitario.
Hay más cosas en la actualidad, claro está. Por ejemplo la grosería y mala educación, otra vez, de esos impresentables tipejos a los que pagamos suculentos sueldos por pavonearse por ahí como diputados, y se niegan a asistir a la inauguración de la legislatura que preside el rey. O la ristra de mentiras de un ministro, que a estas alturas ya ni él mismo debe de saber cuál fue la verdad de su nocturna visita aeroportuaria. O la autorizada voz de un dirigente sindicalista paleto y bien acomodado, con poco que agradecer a la madre naturaleza por las luces recibidas, insultando a los agricultores que se manifiestan por la miseria con que se paga su trabajo: "Son la derecha terrateniente y carca". Un tipo admirable.
En el lado contrario, los medios también nos han traído hechos optimistas y sucesos que nos reconfortan para el futuro. Por ejemplo... a ver... bueno... seguro que alguno hay.

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